Con una estética muy femenina y pop, como inspirada en una tienda de caramelos, la artista Katy Perry se había acostumbrado a triunfar, a figurar en el puesto número uno y batir todo tipo de récords. En 2011 con el lanzamiento de Last Friday Night, se coronaba con cinco sencillos número uno de un mismo álbum en los Billboard Hot 100. Una hazaña superada por Michael Jackson con Bad, en 1987 y en el que ella llegaba a ocupar el segundo privilegiado lugar. Por el éxito de Teenage Dream, Perry recibió numerosos reconocimientos. En los Billboard Music Awards de 2011, figuró en doce categorías de las cuales ganó dos: Artista Hot 100 y mejor artista digital.
Sus canciones pegadizas, que trasladaban a un verano y una fiesta eterna consagraron a Katy Perry como la primera artista en lograr mantenerse durante 79 semanas consecutivas entre los primeros 10 puestos del Billboard Hot 100 de Estados Unidos. En 2015 volvió a romper un récord, esta vez subida a un gigante león dorado al grito de Roar en el mediotiempo del Super Bowl. La vieron 118,5 millones de televidentes. Fue el más visto de la historia. Por si fuera poco, también fue la persona más seguida de Twitter (hoy X) donde tiene casi 106 millones de seguidores. Sin hablar de los 143 millones de discos vendidos a lo largo de su carrera a nivel mundial, lo que la convierte en una de las artistas musicales con mayores ventas de todos los tiempos… Tenía todo lo que cualquier artista pudiera aspirar. Etapa que duró casi una década.
La cantante transmitía una imagen sexy, fresca y divertida. Sus canciones e imagen podía ser compartida en familia. Los millennials disfrutaban de su música en la misma sintonía, con aires despreocupados y ganas de pasarla bien. Sus canciones por ese entonces hablaban de relaciones amorosas, empoderamiento femenino y libertad. Todo el mundo conoce sus hits, sus fuertes estribillos. Su estilo, que revivía el estilo pin up del siglo XX, era imitado en todas partes. Había encontrado la fórmula perfecta que combinaba inspiraciones retro, heredadas de Marilyn Monroe y Bettie Page, con texturas modernas y lúdicas. Si Madonna usó el corpiño cónico de Jean Paul Gaultier en el Blonde Ambition Tour y quedó grabado para la posteridad, Katy Perry lució uno con chupetines giratorios y tartaletas con crema. En sus años de gloria su look estaba milimétricamente estudiado: llevaba melena larga de colores, labios pintados, ojos cargados con glitter, escotes corazón y cintura marcada. Un look sexy y femenino que atraía a la platea masculina e inspiraba a la femenina.
Pero llegó una nueva década, con artistas con un perfil activista con materiales más introspectivos, empezaron a hacerle sombra por lo que la californiana entró en declive, a no encontrar su lugar. Sus intentos por renovarse, con unas fórmulas en la que el público dejó de reconocerla, hizo que todo fuese de mal en peor. Las ideas más descabelladas tratan de eso mismo: que Katy Perry arruinó su carrera por cortarse el pelo. La chica que era la personificación de la dulzura y la diversión, de repente, se empezó a mostrar completamente distinta. Tal vez ella llegó tarde para mostrar un perfil más humano y profundo. El público le dio la espalda como si fuera una desconocida. No es que su carrera haya perdido relevancia. Sus nuevos videos de YouTube tienen unos pocos millones de vistas, pero ella estaba acostumbrada a las cifras con cientos de millones. Simplemente, pasó de moda, dejó de ser cool e interesante. Su caída fue más estrepitosa por el lugar que ocupaba.
Su infancia en una burbuja
Katheryn Hudson Elizabeth Hudson nació un 25 de octubre de 1984 en Santa Bárbara, California, la tierra soleada donde empezó a cantar a los 9 años música religiosa. No tenía permitido escuchar otros géneros, ni tampoco el consumo de otras expresiones culturales masivas. Vivía en una especie de burbuja. Sus padres Maurice y Mary Christine, pastores pentecostales que habían revertido una juventud alocada, educaron a la pequeña Katy y sus dos hermanos bajo estrictas prohibiciones. Sin embargo, Katy se las ingenió para escuchar otro tipo de música que le acercaban sus amigas a escondidas. “Mi infancia fue simplemente el tren de Jesús. No fue expansiva ni curiosa, fue solo el domingo por la mañana, el domingo por la noche, el miércoles por la noche; Jesúsjesúsjesusjesusjesusjesusjesus (…) Desde que nací, fue pura paliza bíblica”.
Cuando comenzó a cantar Katy pasó de ser ignorada a llamar la atención “como un truco de magia”. A los 13 recibió una guitarra de regalo y a los 15 abandonó la escuela para dedicarse a la música. En principio, gospel, debido a que cantaba en la iglesia que frecuentaba con sus padres. Durante la adolescencia, se dedicó a realizar toda actividad que haría una chica californiana: patinaba, surfeaba, bailar swing y Lindy Hop.
Su debut en la música fue con un disco evangélico llamado Katy Hudson. Su nombre artístico se lo terminó cambiando por la confusión que generaba con el nombre de la actriz Kate Hudson. Por lo que adoptó el apellido de su madre, Perry. Hizo trabajos menores, que la llevaron a vivir a Los Ángeles, donde fue adquiriendo experiencia en los escenarios de clubes. Antes de firmar con Capitol, había sido contratada por dos sellos discográficos sin pena ni gloria. Fue despedida por ambas, sin embargo, llegó a grabar en ese tiempo un respaldo vocal en un tema de Mick Jagger, Old habits die hard y un tema en la banda sonora de la película The Sisterhood of the traveling Pants.
Jason Flom un empresario de Virgin Records y la jefa de publicidad del mismo sello que había trabajado con Perry, solían hablar del potencial de la cantante. La imaginaron como la nueva gran estrella y no se equivocaron. Flom le hizo firmar un contrato con Capitol Records y la reunió con el productor Dr Luke, para crear uno o dos temas que pegaran fuerte al material que ella tenía preparado que era bastante. Además de cantar y tocar la guitarra, componía. Ahí nacieron los temas I kissed a girl and I liked it (Besé a una chica y me gustó) y Hot n cold (Caliente y frío) para el álbum One of the Boys, lanzado en 2008. Su primer álbum importante, con el que llegó por primera vez a la cima. I kissed a girl alcanzó la posición número 1 de los Billboard. La temática era provocadora para la época.
A partir de ese momento, su carrera no tuvo techo. Un éxito se encadenaba con otro. California Gurls, hablaba de sexo en la playa, arena en los stilettos y locura en un jeep. Con Teenage Dream volvía al romance de verano y al escenario frente al mar: “Manejamos a California y nos emborrachamos en la playa, conseguimos un motel y construimos una fortaleza con sábanas”.
Despertó curiosidad que una chica criada en un ambiente tan oprimido se liberara en un escenario, ante el descontento de sus padres, no solo por las letras de las canciones, sino también por su audaz vestuario. En una entrevista que concedieron para la televisión, su madre opinó sobre la canción I kissed a girl que no dejaba de sonar en la radio. “Odio la canción. Katy sabe cómo me siento. Somos una familia muy franca y ella sabe lo decepcionados que estamos su padre y yo”, afirmó la mujer y agregó: “ni siquiera puedo escuchar la canción. La primera vez que lo hice quedé en estado de shock”. La canción que había sido prohibida en varios países, entre ellos Singapur, fue también clasificada como “anzuelo” para la comunidad LGTB. Desconfiaron.
También una ruptura amorosa marcó esos tiempos. En medio de la gira California Dreams, antes de un concierto, su entonces marido, el actor británico Russel Brand le pidió por un mensaje de texto el divorcio mientras se presentaba en un show. Llevaban 14 meses de casados. “Ella nunca llora, lleva 20 minutos así”, dijo uno de sus asistentes mientras grababan la gira. “Los puedo oír”, expresó ella antes de que se le preguntara si podría continuar con el show, cómo se encontraba, qué había pasado o cuáles eran los motivos que la mantenían así. Esa situación se convirtió en la escena más triste de su película titulada Katy Perry: Part Of Me.
Seguir leyendo en INFOBAE